VIAJE A BETI JAI
El campamento de base lo instalamos justo enfrente (muy buenas tapas).
La Fachada Norte suspende el ánimo por su belleza, apenas teatral. Alguna serenidad se desprende de ellas, que nos prepara interiormente.
La entrada traspasada -angosta, pero no en demasía- nos da en la cara una primera sorpresa grata: tenemos, para la escalada, dos escaleras juntas de piedra, no exentas en sus formas de cierta riqueza expresiva. (Veremos más tarde, en una segunda expedición, que las dos van a parar al mismo sitio).
En el primer nivel encontramos muchos restos. Dos documentos de una sociedad de aguas, varias acciones de la misma (500 pesetas, al portador), antiguos vomitorios, una cocina rústica, mil detritos.
No salga todavía del antro oscuro, resérvese el explorador el placer de la suspensión hasta el último nivel. (En su suelo, resto de loza y un cuaderno enigmático: apuntes, primero, sobre la aviación de caza y su técnica de tiro; problemas, luego, del dejar de fumar, esfuerzos tales en vano prolijamente expuestos; al final, una especie da vida familiar novelada Tiene su interés. Mi expedición, que hice con el inventor de Beti Jai, Ernesto García Camarero, dejó «in situ» y adrede, para deleite de posteriores visitantes y su alegría de descubrir, tan intrigante hallazgo.) Una vez en el último nivel, repito, ahora sí: salgamos al mirador corrido. Y la sorpresa. Estamos ya en la cima del alto, alabeado paramento. Enganchamos el banderín a un saliente. Nos damos la mano. Frente a nosotros, la majestad de lo que fue sinduda un frontón esplendido.
¡Hijos, como yo de Chamberí, rehabilitemos Beti Jai! Seria un lugar magnifico de reunión y espectáculo, como una corrala nuestra.
Información practica.- Además del campamento de base ya citado, excelente casa de comida en las estribaciones. La entrada a Beti Jai es por el número 7 de la calle del Marques de Riscal. (Petroglifos solo encontramos dos, misterio sin aclarar todavía.)
Julio CERON
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